¿Cómo demonios puedes ganar a los Seahawks si son capaces de sacar adelante partidos como este? Esa es la pregunta que se hace todo el mundo después de una épica tarde de fútbol americano que pasará al recuerdo gracias al encuentro más confuso de los últimos años. La revancha del 'Fail Mary' cayó en saco roto tras unos minutos de locura final en los que Seattle flirteó con la mística mientras Green Bay buscaba a la desesperada resguardarse de la tormenta. No tengan duda, aquí gana el que más apuesta por su equipo y Mike McCarthy jamás lo hizo. Russell Wilson desplegó el nivel que no había mostrado durante tres cuartos y medio (cuatro intercepciones) y en un pestañeo condujo a su equipo a su segunda Super Bowl consecutiva, donde esperan los New England Patriots.
Sus lágrimas eran el reflejo de la extenuación. Nadie podía reprimir sus emociones porque todo parecía decidido con 19-7 en contra y el quinto balón perdido por los Seahawks a falta de cinco minutos para la conclusión del choque. Si los Packers no conseguían el billete a Arizona iba a ser única y exclusivamente por demérito suyo. Y ya lo creo que lo fue. Ese onside kick en dirección a Jordy Nelson que fue arrebatado de sus manos por el ya defenestrado Brandon Bostick será recordado por siempre jamás en la bahía verde. El dolor de otra derrota inverosímil en Seattle es un nuevo trauma con el que Aaron Rodgers tendrá que lidiar a pesar de un partido CASI perfecto (sobre todo en defensa con Peppers y Matthews campando a sus anchas).
Unos piensan que es suerte, otros lo llaman destino. Lo último que necesitan estos Seahawks para terminar de creer en la dinastía es la intervención divina. Ayer estuvo presente en forma de Beast Mode. Las carreras de Marshawn Lynch son arrebatos de fe y cada acción suya necesitó de tres defensores como mínimo para frenarle. Esas 157 yardas salvaron la nefasta noche de Wilson y despejaron la incógnita sobre qué pieza es más importante en el ataque seahawk: paguen a Lynch lo que pida porque lo merece y es quien marca diferencias REALES respecto a los otros equipos de la liga. El resto de la ofensiva vive del gen ganador, que no es poco (pregúntenle a Kearse y su último TD).
En New England también tienen ese ADN competitivo. Los números de Tom Brady son espectaculares: 20 victorias lleva en postemporada, más que 21 franquicias de la NFL en toda su historia. A sus 37 años quiere retirarse con al menos otro anillo y tendrá una oportunidad perfecta el próximo 1 de febrero. No hizo falta que se empleara a fondo contra los Colts. Los Patriots anunciaron que iban a correr y lo hicieron a la maravilla para impotencia de toda la línea defensiva de Indianápolis. Saber qué es lo que ocurrirá pero no cómo evitarlo es frustrante y LeGarrette Blount volvió a destrozarles en playoff con 148 yardas y 3 TD.
Dejando a un margen la polémica de los balones deshinchados, Luck jamás compitió y sus compañeros desaprovecharon al inicio varios drops que tenían que haber servido de aviso a su rival. No marcaron territorio como la semana pasada y lo pagaron caro. Belichick jamás sufrió y los Patriots dominaron el partido hasta que decidieron poner la directa en la segunda mitad con cuatro touchdowns en las primeras cuatro posesiones. Blount allanaba el terreno y Brady conectaba con Edelman para el primer down una y otra vez. Tampoco desmereció ni la actuación de Collins-Jones presionando al QB, ni la de Arrington secando a Hilton.
La siguiente parada será mucho más dura. Seattle no falla tackles y la batalla por la supremacía en la NFL será bonita. Los favoritos son los Seahawks, pero no hay que descartar nada a estas alturas. Un mito de la liga contra otro que lo está construyendo con partidos como el de ayer. Un equipo que empezó con 2-2 de balance y que parecía pasado de rosca contra otro que inició 3-3 y con problemas en el vestuario. Aquí lo importante no es como se empieza, sino la respuesta a los golpes. Ambas franquicias lo saben bien.
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