viernes, 23 de enero de 2015

El reto de Perasovic


No damos para sustos. Tras la recaída de Serhiy Lishchuk hace apenas una semana, ahora toca la de Sam Van Rossom. A pesar de que ambas roturas musculares parecían ya olvidadas, dos minutos en la visita a Bilbao y cinco en el encuentro ante el Fuenlabrada fueron suficientes para acabar con las esperanzas de llegar a la Copa del Rey sin infortunios. Más allá de la mala suerte, el Valencia Basket lleva dos años en el punto de mira por la exagerada cantidad de lesiones que sus jugadores sufren sin tregua alguna. ¿Tiene alguien la culpa o es solo pura casualidad?

Pocos en el seno del club han abordado en profundidad esa cuestión tan simple. Y la escasa indagación tiene una explicación lógica: el precio del éxito justifica cualquier circunstancia que rodee la victoria en la entidad 'taronja'. Sí, porque el año pasado se batió el récord de lesiones pero también se hizo plusmarca histórica en victorias y se logró un título europeo. De acuerdo, el triunfo apacigua cualquier problema en el deporte profesional. SIn embargo, el dilema aparece ahora que se levantan las primeras voces discordantes con el 'jefe' de la nave tras un arranque no tan fructífero como el del pasado ejercicio.

Lo cierto es que desde la llegada de Perasovic al banquillo las lesiones son el pan nuestro de cada día con o sin triunfos de por medio. La mayoría de ellas, roturas musculares producto de exceso de trabajo en pista y falta de gimnasio. No hay comunicación entre los preparadores físicos y el entrenador, los entrenamientos son muy exigentes y, como resultado de ello, los jugadores acaban cediendo a la enorme presión que soportan. Una tradición de la escuela balcánica que debe adaptarse a los cambios sufridos en el baloncesto europeo durante los últimos años. Transformarse ante la multiplicación de partidos es una obligación. Hace diez años, un campeón de Europa jugaba 22 partidos europeos para ganar un título. Hoy en día, puede jugar hasta 31 encuentros. Sin contar los de Liga, claro.

Tampoco es una cuestión que afecte solo a 'Peras', ni mucho menos. Pero los datos de los jugadores más propensos a las lesiones son cristalinos. Por ejemplo, Lishchuk se ha perdido 78 de los 377 partidos oficiales que ha tenido oportunidad de disputar en Valencia Basket. 70 de ellos han sido con el croata, prácticamente cuatro de cada diez. Una barbaridad que contrasta con los encuentros que se ha ausentado el pívot ucraniano bajo la tutela de entrenadores españoles (Olmos, Hussein y Mulero). ¿Cuántos? Ninguno. Los que faltan fueron con Pesic y Spahija. Escuela balcánica, repito. 

Más allá de la edad y otros condicionantes que puedan afectar también a los jugadores, los fríos números apoyan a las calientes sensaciones. Lo más complicado para un entrenador es cambiar su filosofía sin perder la esencia que lo hace grande. Y lo que hace gigante a Perasovic es la intensidad de sus equipos. Ese será el gran reto que deberá afrontar el croata en su carrera deportiva, un desafío mayor incluso que aguantar en el banquillo valenciano lo que resta de temporada.

PS: Este artículo se escribe unos días antes del partido ante el Asesoft. Tras la debacle contra los rumanos, Perasovic está fuera. El precio del éxito y el precio de las derrotas.

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